II.- ¿Quién es San José?
San José, responde Jesús, no es mi padre, porque Yo no podía tener un padre terreno. El Emmanuel, Dios con vosotros, había de ser fruto de la Virgen más perfecta. José no es, pues, mi padre: no obstante, fue elegido entre todos los hombres para hacer conmigo las veces de padre. Él me guardó, me educó con gran solicitud y esmero, y, con la fatiga de sus brazos, proveyó al sustento de mi vida divina. El hizo el papel de padre, y Yo le reconocía, le respetaba y le obedecía como a mi padre.
Yo lo colmé de grandes gracias, correspondientes a la alteza de su dignidad; grandes gracias, no sólo cual convenían al esposo de mi Virgen Madre, sino también como mi padre adoptivo, que soy el Hijo unigénito del Eterno Padre.
Conmigo y con María, gozó en la tierra de una vida del cielo, vida de cielo por su singular inocencia y santidad; vida de cielo por el goce que le causaba nuestra conversación. Fue el más feliz de todos los santos, aunque no estuvo exento de grandes tribulaciones, porque no convenía que le dejase privado de la belleza del dolor sufrido por Mí, del cual yo he querido enriquecer a todos mis santos, y, más que a todos, a su Reina y Madre mía, porque es la más digna de él.