Verdadera y falsa piedad aridez de espíritu
La verdadera piedad es dócil y dúctil, busca el bien porque da gloria a Dios. Con tal que lo pueda alcanzar considera indiferente el camino por el cual llega; mirando solamente a la gloria de Dios no le da importancia a que el camino esté lleno de espinas o florecido. Quiere decir que la piedad inflexible, dura, no es la verdadera, y quien practica esta especie de piedad no es el ejemplo que conviene seguir.
La piedad está tan unida con la caridad que no es otra cosa que un aspecto de esta misma virtud. Y la caridad quiere que no se elijan las opiniones más rígidas sino las más útiles y practicables para la conversión de los pecadores. De hecho es la caridad la que animó a tantos hombres santos que abrían los brazos a los pecadores y los llevaban a detestar el pecado. Cuando la piedad es verdadera acompaña más a los pecadores que a las personas con buena espiritualidad. Es así porque los pecadores ven que tienen que luchar y sacrificarse más y lo hacen con buena disposición, para poder ofrecer a Dios algún sacrificio de mayor peso. Es así porque los pecadores tienen mayor necesidad y la lógica quiere que antes de adornar a una persona vestida hay que vestir a un desnudo. Entonces, sepamos reconocer que si alguien tiene esta piedad sin caridad, no es camino seguro para imitar en nuestra vida.
La verdadera piedad es humilde y la humildad es edificante. Quien debilita y cansa la interioridad, quien deja al costado al pastor, no tiene verdadera piedad: es un hielo que congela a quien lo toca. Si te encuentras en mucha aridez y desolación, es bueno que te humilles mucho, pero confía mucho más. Te recomiendo mucho que no pierdas la serenidad por cualquier aridez, frialdad, temor, tentación que puedas tener. Aunque estés en lucha con todo el infierno no pierdas la serenidad. Cuando te parece más fuerte el abandono de Dios, ora diciendo que por su infinita misericordia Él no te puede separar y alejar de su Amor. Pide que haga de ti lo que quiere, pero dile que quieres estar unido a Él en la vida, en la muerte y por toda la eternidad; cueste lo que cueste Aún en la aridez interior tu esfuerzo sea el serenarte, mantener la tranquilidad y crecer siempre en la confianza en Dios.
¡Qué hermoso el cielo cuando está sereno! Cuánto más bella un alma que vive en gracia de Dios!