VI. Si amamos a San José, acerquémonos con frecuencia a la Sagrada Comunión
Dice San Bernardo que, a semejanza de José, hijo del Patriarca Jacob, por cuya solicitud no faltó a los egipcios el pan material. San José recibió del Padre Celestial el encargo de guardar y conservar el pan vivo, para que fuese, más tarde, el alimento espiritual de todos los fieles. (Hom. II sup.Missus est.)
Sí, Jesús, pan vivo descendido del cielo, fue confiado desde su infancia a San José, para que haciendo con El las veces de padre, fuese sustentado, creciese, fuese conservado y conducido hasta la edad perfecta; aquel Jesús, pan vivo, que desciende del cielo para hacerse nuestra vida y nuestro alimento.
Y, así como aquel antiguo José gozaba al ver como los hambrientos egipcios se hartaban de aquel pan, que él les había procurado y reservado, de la misma manera se alegra San José, cuando ve que corremos hambrientos y nos saciamos de aquel pan vivo sobre substancial y celestial que fue suyo durante tantos años, confiado a él por el Eterno Padre. ¡Oh, cómo se alegra San José cuando ve que sus devotos corren con frecuencia y aun diariamente, a la mesa del Convite Eucarístico! Las iglesias en las cuales es frecuentada la Sagrada Comunión, son para San José los más deliciosos recintos, en los cuales más se agrada de tener una imagen, recibir los actos de veneración de sus devotos y repartir sus gracias. Y a estas iglesias acuden con preferencia sus devotos, porque en ellas se sienten mejor espiritualmente que en las demás: porque en ellas oyen más a gusto la Misa; más a gusto escuchan la palabra de Dios; más a gusto adoran a Jesús Sacramentado; allí respiran un aire de sagrado fervor, bajo la influencia de los mejores amantes de Jesús, cuales son los que se afanan en alimentarse todos los días en el gran convite de su amor. Y, ciertamente del fervor nace el fervor y del amor nace el amor y la santa emulación y la competencia en la edificación. De todo esto se alegra San José, porque ve que, acudiendo sus devotos a estas Iglesias, no se enfriarán, sino que siempre frecuentarán más y más la Sagrada Eucaristía.
En primer lugar, se alegra porque conoce que de esta manera dan contento y gusto a Jesús; y también se alegra porque conoce que estos reciben de ello el mayor bien, cual es el continuado aumento en el amor de Dios y en todas las virtudes, que acompañan necesariamente este amor divino, y, señaladamente, en aquella virtud que es fruto especial de la Sagrada Comunión y que tanto agrada a San José, virtud de la cual vamos a hacer ahora especial mención.
Luego, si amamos a San José, acerquémonos a la Sagrada Comunión con la mayor frecuencia que nos sea permitida, se entiende, por el director espiritual: éste, si vivimos con mucha pureza de conciencia, nos lo permitirá generosamente.