Pobreza – Limosna – Avaricia
Una cosa es ser pobres otra es tener la virtud de la pobreza. Son muchos los pobres que no tienen esta virtud y hay ricos que la poseen. Jesús quiso ser pobre; pobre fue María; pobres fueron los Apóstoles, pobres cuantos quisieron seguir más perfectamente el Evangelio. Esta reflexión es suficiente para hacer pasar vergüenza a cualquier cristiano que se gloríe de ser rico. Sí, porque la virtud consiste en la capacidad de desprendimiento.
La santa pobreza y la amable simpleza son dos virtudes que nos hacen muy gratos a Jesucristo: cuando el mundo nos desprecia más, entonces somos más estimados por Dios.
Frente a Dios somos todos iguales: y es más, mientras que en la S. Escritura no se lee nunca que frente a Dios sea honrado el nombre del rico, se lee en cambio que es honrado el nombre del pobre.
Recuerda que los pobres están confiados a Dios.
Toca el corazón de Dios quien toca a los pobres. ¡Cuidado!
El corazón del rico, apegado a los bienes de la tierra es como un lugar de espinas donde la semilla del Evangelio, después que ha empezado a brotar y crecer, es ahogada.
Avaricia: es un vicio que se descubre en todos los demás y no lo conocemos en nosotros mismos.
La máscara más común de la avaricia es la de la economía.
El avaro quiere todo para sí y nada para Dios.
Una trampa se la mantiene escondida porque si está a la vista cualquiera la puede evitar. El demonio pone la trampa de la avaricia bajo la máscara de la necesidad, de la conveniencia, de la economía.
Observa si el amor al dinero te hace faltar a tus deberes. Si por la ganancia dejas de santificar la fiesta y de recibir los Sacramentos, si descuidas la educación de tus hijos, si no te sientes motivado a hacer limosnas según tu posibilidad… estos son los signos que eres avaro.
El vicio del interés es aquello que dio inicio a la Pasión de Jesús.