AMEMOS A MARÍA. VIII. Quien ama a María ama a Jesús

VIII. Quien ama a María ama a Jesús

Hay quienes manifiestan devoción a María: veneran sus imágenes, visitan sus Santuarios, adornan sus altares, hacen Novenas y el Mes de María, rezan oficio y Rosario, cantan sus himnos, etc. pero no aman a Jesús, siendo en realidad sus enemigos por vivir en el pecado. No son justos es sus negocios, alimentan odio contra sus adversarios, tienen su corazón lleno de impurezas, no guardan castidad ni de palabra ni de obra. Pobres, ¿Qué devoción puede ser la que ellos tienen? ¿Pueden ser tan ciegos y equivocados? ¿Podrá ser tal vez que alguien ame sinceramente a una madre a cuyo hijo esté injuriando y ofendiendo? El que quiere ser enemigo de Jesús, ¿acaso podrá ser amante de María?

Que abran éstos sus ojos y se den cuenta de su error engañoso. Nunca podrán realmente amar a María, si no aman a su divino Hijo Jesús. Lo que quiere decir, si no viven en gracia y amistad con Él, si no odian y evitan el pecado mortal. Hagan por tanto ellos una santa confesión de sus pecados, limpien su pobre alma, recuperen así la gracia y el amor de Jesús, y luego podrán realmente amar a María.

Pero, ¿es que mientras tanto deberán ellos dejar toda devoción con que honran a María, y nada más hacer por Ella mientras no recuperen la gracia de Dios? Pésimo consejo sería éste. No queremos decir de ningún modo que dejen toda obra buena que estén haciendo para honrar a María; lo que queremos decir, es que a las obras buenas tan hermosas que ya están cumpliendo, agreguen lo que no sólo es útil, sino necesario, para que sus almas estén bien, y puedan ser enumerados entre los siervos fieles y los hijos amorosos de la gran Señora y Madre María.

Las prácticas devotas que ejercen para honrar a María les aprovechan de varios modos, y aunque no merezcan gracia ni gloria porque cumplidas en estado de pecado, sin embargo les provecharán para alcanzar misericordia. Sin duda lo más urgente e indispensable para ellos es liberarse de ese horrible estado de pecado mortal, ya que si permanecen así, aún continuando las prácticas de devoción, pueden en cualquier instante precipitar a la eterna condenación.

Si acaso tú, lector de esta obrita, estuvieses en el número de esos devotos ciegos e inconscientes, date cuenta claramente de una vez. Abre los ojos para cerciorarte que esa devoción a María no es la que pueda salvarte, ya que no va acompañada de la devoción a Jesús, que consiste en su amor y en su gracia. Hasta que no ames a Jesús no podrá decirse jamás que tú ames realmente a María. Y ten la seguridad que a Ella mucho más le gustaría una sola AVE MARÍA rezada por ti en estado de gracia con Jesús por la limpieza del pecado, que cien rosarios y novenas y peregrinaciones y meses de María consagrados en su honra, estando en desgracia con Jesús por algún pecado mortal.

Quita pues el pecado, ama a Jesús, y pronto amarás realmente a María siendo su devoto como Ella quiere. Ahí sí que tus numerosas prácticas con que la honras, serán meritorias para ti y muy agradables a María. Sí, amemos a Jesús, solo sí amaremos verdaderamente a María.

Por otra parte, esta verdad o sea que quien ama a María ama a Jesús, es tan clara y manifiesta, que no tiene necesidad de argumentos. Quien ama a la Madre ama a su Hijo, ni puede ser de otra forma. Veamos pues más bien cual sea el medio más eficaz para conservar y aumentar en nosotros el amor de Jesús.

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