s. Margarita María Alacoque, virgen, de la Visitación
Margarita nació en una familia rica de Borgoña en 1647. Sus padres eran católicos practicantes, pero no lo suficiente como para permitir que su hija se consagrara al Señor en un convento. Sin embargo, a la edad de 24 años, superando la resistencia de sus padres, logró entrar en la Orden de la Visitación fundada por San Francisco de Sales.
Entre las Visitandinas, pero con Jesús
Entre sus hermanas religiosas, Margarita – que se añadió el nombre de María cuando hizo la profesión de sus votos – no era comprendida ni apreciada: aunque con frecuencia había tenido visiones de Nuestra Señora, nunca había hablado de ello. Sin embargo, los rumores circulaban, y muchas entre las hermanas y sus superioras no le creían o incluso se burlaban de ella, sugiriendo que estaba enferma o loca. A pesar de todo, Margarita permanecerá en medio de la frialdad de sus hermanas visitandinas durante más de veinte años, pero experimentando gracias extraordinarias y también enormes penitencias y mortificaciones, sólo para acompañar amorosamente a Jesús en la íntima pasión de su Sagrado Corazón.
Una autobiografía para conservar la verdad
Será su padre espiritual, el jesuita Claudio de la Colombière, quien reconocerá en ella el carisma de los santos y le ordenará que describa sus experiencias místicas en un escrito que luego se convertirá en su autobiografía y que afortunadamente ha llegado hasta nosotros. Al principio Margarita se resistió, luego por obediencia consintió. Mientras escribía, ella estaba convencida de que tales escritos habrían sido útiles sólo para ella misma, pero no se daba cuenta del valor tan trascendente de lo que narraba en esas páginas. A partir de 1673 Margarita María también comenzó a tener visiones de Jesús, quien le pidió que tuviera una especial devoción a su Sagrado Corazón, el cual se le apareció “radiante como el sol, con la adorable herida, rodeado de espinas y coronado por una cruz y apoyado sobre un trono de espinas”. Gracias a su vívido relato surgirá la conocida iconografía que representa al Corazón de Cristo entre luz, fuego y espinas. Igualmente, a su empeño y fatiga se debe la institución de la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús, fijada en el octavo día después del Corpus Christi.
“La gran promesa”
Jesús se le apareció a Margarita María durante 17 años, hasta el día de su muerte, cuando finalmente vino a tomarla de la mano para conducirla al cielo. La llamó “discípula amada”, le comunicó los secretos de su corazón y la hizo participar de la ciencia del amor. De parte de Jesús, Margarita también recibió una gran promesa: quien se acercase dignamente a la Eucaristía y comulgase durante nueve meses consecutivos el primer viernes del mes, con espíritu de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento y amando y honrando al Corazón de Jesús, conseguiría el preciadísimo don de la perseverancia final, es decir, terminaría su vida habiendo recibido los sacramentos y el completo perdón de sus pecados. Jesús también le pidió que apelara al Rey de Francia, Luis XIV, para que consagrase el país al Sagrado Corazón, pero la santa nunca recibió respuesta del soberano.
Su muerte y el culto al Sagrado Corazón
Margarita María murió el 17 de octubre de 1690; gracias a su intercesión se construyó en el barrio de Montmartre de París, entre 1875 y 1914, un Santuario dedicado al Sagrado Corazón, consagrado en 1919. Beatificada por Pío IX en 1864, fue canonizada por Benedicto XV en 1920.