- PENSAMIENTOS PARA EL EVANGELIO DE HOY
- «Que nadie se avergüence de la cruz de Cristo, gracias a la cual el mundo ha sido redimido. El Señor echó sobre sí toda la debilidad de nuestra condición, y, si nos mantenemos en su amor, venceremos lo que él venció y recibiremos lo que prometió» (San León Magno)
- «Jesús toma la decisión de mostrar a Pedro, Santiago y Juan una anticipación de su gloria, aquella que tendrá después de la Resurrección, para confirmarlos en la fe y alentarlos a seguirlo en el camino de la prueba, en el camino de la Cruz» (Francisco)
- «Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para ‘entrar en su gloria’ (Lc 24,26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías. La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 555)
- ¿A QUIÉN ESCUCHAR?
Los cristianos hemos oído hablar desde niños de una escena evangélica llamada tradicionalmente la «transfiguración de Jesús». Ya no es posible saber con seguridad cómo se originó el relato. Quedó recogido en la tradición cristiana sobre todo por dos motivos: les ayudaba a recordar el misterio encerrado en Jesús y les invitaba a escucharle solo a él.
En la cumbre de una «montaña alta», los discípulos más cercanos ven a Jesús con el rostro «transfigurado». Le acompañan dos personajes legendarios de la historia de Israel: Moisés, el gran legislador del pueblo, y Elías, el profeta de fuego que defendió a Dios con celo abrasador.
Los dos personajes, representantes de la Ley y los Profetas, tienen el rostro apagado: solo Jesús irradia luz. Por otra parte, no proclaman mensaje alguno, vienen a «conversar» con Jesús: solo este tiene la última palabra. Solo él es la clave para leer cualquier otro mensaje.
Pedro no parece haberlo entendido. Propone hacer «tres chozas», una para cada uno. Pone a los tres en el mismo plano. No ha captado la novedad de Jesús. La voz surgida de la nube va a aclarar las cosas: «Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadlo». No hay que escuchar a Moisés o a Elías, sino a Jesús, el «Hijo amado». Sus palabras y su vida nos descubren la verdad de Dios.
Vivir escuchando a Jesús es una experiencia única. Por fin estamos escuchando a alguien que dice la verdad. Alguien que sabe por qué y para qué vivir. Alguien que ofrece las claves para construir un mundo más justo y digno del ser humano.
Los seguidores de Jesús no vivimos de cualquier creencia, norma o rito. Una comunidad se va haciendo cristiana cuando va poniendo en su centro el Evangelio y solo el Evangelio. Ahí se juega nuestra identidad. No es fácil imaginar un hecho social más humanizador que un grupo de creyentes escuchando juntos el «relato de Jesús». Cada domingo podemos sentir su llamada a mirar la vida con ojos diferentes y a vivirla con más responsabilidad, construyendo un mundo más habitable.
José Antonio Pagola
- VIVIR ANTE EL MISTERIO
El hombre moderno comienza a experimentar la insatisfacción que produce en su corazón el vacío interior, la trivialidad de lo cotidiano, la superficialidad de nuestra sociedad, la incomunicación con el Misterio.
Son bastantes los que, a veces de manera vaga y confusa, otras de manera clara y palpable, sienten una decepción y un desencanto inconfesable frente a una sociedad que despersonaliza a las personas, las vacía interiormente y las incapacita para abrirse al Trascendente.
La trayectoria seguida por la humanidad es fácil de describir: ha ido aprendiendo a utilizar con una eficacia cada vez mayor el instrumento de su razón; ha ido acumulando un número cada vez mayor de datos; ha sistematizado sus conocimientos en ciencias cada vez más complejas; ha transformado las ciencias en técnicas cada vez más poderosas para dominar el mundo y la vida.
Este caminar apasionante a lo largo de los siglos tiene un riesgo. Inconscientemente hemos terminado por creer que la razón nos llevará a la liberación total. No aceptamos el Misterio. Y, sin embargo, el Misterio está presente en lo más profundo de nuestra existencia.
El ser humano quiere conocer y dominar todo. Pero no puede conocer y dominar ni su origen ni su destino último. Y lo más racional sería reconocer que estamos envueltos en algo que nos trasciende: hemos de movernos humildemente en un horizonte de Misterio.
En el mensaje de Jesús hay una invitación escandalosa para los oídos modernos: no todo se reduce a la razón. El ser humano ha de aprender a vivir ante el Misterio. Y el Misterio tiene un nombre: Dios, nuestro «Padre», que nos acoge y nos llama a vivir como hermanos.
Quizá nuestro mayor problema sea habernos incapacitado para orar y dialogar con un Padre. Estamos huérfanos y no acertamos a entendernos como hermanos. También hoy, en medio de nubes y oscuridad, se puede oír una voz que nos sigue llamando: «Este es mi hijo… Escuchadlo».
José Antonio Pagola