Oremos para que los políticos nos gobiernen bien
Lunes 16 de septiembre de 2013
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 38, viernes 20 de septiembre de 2013
Un buen cristiano participa activamente en la vida política y reza para que los políticos amen a su pueblo y le sirvan con humildad. Es la reflexión que propuso el Papa Francisco en la Eucaristía del lunes, 16 de septiembre.
Comentando el pasaje del Evangelio de Lucas (7, 1-10), donde se narra la curación, por obra de Jesús, del siervo del centurión en Cafarnaún, el Pontífice subrayó «dos actitudes del gobernante». Él debe ante todo «amar a su pueblo. Los ancianos judíos dicen a Jesús: merece lo que pide porque ama a nuestro pueblo. Un gobernante que no ama no puede gobernar. Como mucho puede poner un poco de orden, pero no gobernar». Y para explicar el significado del amor que el gobernante debe a su pueblo, el Santo Padre recordó el ejemplo de David que desobedece a las reglas del censo sancionadas por la ley mosaica para subrayar la pertenencia de la vida de cada hombre al Señor (cf. Éxodo 30, 11-12). Pero David, una vez comprendido su pecado, hizo lo posible para evitar el castigo a su pueblo. Y ello porque, si bien era pecador, amaba a su pueblo.
Para el Papa Francisco el gobernante debe ser también humilde como el centurión del Evangelio, que habría podido aprovecharse de su poder si hubiera pedido a Jesús que fuera adonde él, pero «era un hombre humilde y dijo al Señor: no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Y con humildad: di una palabra y mi siervo quedará sano. Estas son las dos virtudes de un gobernante, así como nos hace pensar la palabra de Dios: amor al pueblo y humildad».
Así que «cada hombre y cada mujer que asume responsabilidades de gobierno debe hacerse estas dos preguntas: ¿yo amo a mi pueblo para servirle mejor? ¿Y soy humilde para oír las opiniones de los demás a fin de elegir el mejor camino?». Si ellos —subrayó el Pontífice— «no se hacen estas preguntas, su gobierno no será bueno».
Pero también los gobernantes deben tomar sus opciones para llevarlas a cabo. ¿Entonces qué hay que hacer? Tras observar que nosotros «como pueblo tenemos muchos gobernantes», el Papa recordó una frase de san Pablo tomada de la primera carta a Timoteo (2, 1-8): «Ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto».
Esto significa —puntualizó el Papa Francisco— que «ninguno de nosotros puede decir: pero yo no tengo que ver, son ellos quienes gobiernan. No; yo soy responsable de su gobierno y debo hacer lo mejor de mi parte para que ellos gobiernen bien, participando en la política como puedo. La política, dice la doctrina social de la Iglesia, es una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común. Y yo no puedo lavarme las manos: cada uno de nosotros debe hacer algo. Pero ya tenemos la costumbre de pensar que de los gobernantes se debe sólo parlotear, hablar mal de ellos y de las cosas que no van bien».
Al respecto el Santo Padre notó que en la televisión y en los periódicos se recurre sobre todo a «bastonazos» para los políticos; difícilmente se hallan observaciones como que «este gobernante en esto ha actuado bien; este gobernante tiene esta virtud; ha errado en esto, en esto y en esto, pero esto otro lo ha hecho bien». De los políticos en cambio se habla «siempre mal y siempre en su contra. Tal vez el gobernante es un pecador, como lo era David. Pero yo debo colaborar, con mi opinión, con mi palabra, también con mi corrección: no estoy de acuerdo por esto y por esto. Debemos participar en el bien común. A veces hemos oído decir: un buen católico no se interesa en la política. Pero no es verdad: un buen católico toma parte en política ofreciendo lo mejor de sí para que el gobernante pueda gobernar».
¿Qué es entonces «lo mejor que podemos ofrecer» a los gobernantes? «Es la oración», respondió el Pontífice, explicando: «Es lo que san Pablo dice: orad por los reyes y por todos los constituidos en autoridad». Pero «se dirá: ese es una mala persona, debe ir al infierno. No; reza por él, reza por ella, para que pueda gobernar bien, para que ame a su pueblo, para que sea humilde. Un cristiano que no reza por los gobernantes no es un buen cristiano. Hay que orar. Y esto —precisó— no lo digo yo. Lo dice san Pablo. Que los gobernantes sean humildes y amen a su pueblo. Ésta es la condición. Nosotros, los gobernados, damos lo mejor. Sobre todo la oración».
«Roguemos por los gobernantes —concluyó el Papa Francisco—, para que nos gobiernen bien. Para que lleven a nuestra patria, a nuestra nación, adelante, y también al mundo; y que exista la paz y el bien común. Que esta Palabra de Dios nos ayude a participar mejor en la vida común de un pueblo: los que gobiernan, con el servicio de la humildad y con el amor; los gobernados, con la participación y sobre todo con la oración».
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