La Santa Comunión

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La Santa Comunión

La santa Comunión, más que cualquier otro medio, más que cualquier otro Sacramento, hace a los Santos, produce la santidad. De hecho la santa Comunión no solo es fuente de gracia como todos los otros Sacramentos, sino que además contiene la fuente misma de la gracia, Jesucristo nuestro Señor.

La santa Comunión muy frecuente, más todavía la diaria, santificaba a los primeros cristianos y les infundía a ellos el heroísmo necesario para no tener miedo al martirio: en los siglos posteriores y hasta nuestros días ha santificado a todos aquellos que han sido canonizados por la Iglesia como también a un número inmenso de almas piadosas, luminosas a los ojos de Dios por especiales virtudes.
Quítate de la cabeza el prejuicio, si es que lo tienes, de poderte enriquecer espiritualmente de la misma manera de alguna otra fuente como de la santísima Comunión. No es de la austeridad, no es del retiro del mundo, tampoco de las oraciones prolongadas, ni de las meditaciones o de cualquier otra práctica, porque en la santa Comunión se recibe la gracia y además la fuente misma de la Gracia.

Aquel pan celestial es el maná del desierto, es el fruto de la vida, es el descanso del alma angustiada, es la fuente de las divinas revelaciones, es el remedio de todos los males, es la sustancia de todos los bienes, es el Paraíso en esta tierra.

El objetivo directo que tuvo Jesús al instituir la Eucaristía no fue el de hacerse respetar, sino más bien el de hacerse amar. Por eso ha querido quedarse bajo las apariencias de un pequeño pan y en las manos de los hombres, en todas las iglesias, aun las más pobres y humildes. Y esto lo hizo para que nosotros podamos acercarnos a Él cada vez que lo queramos y unirnos a Él en la forma más íntima.

Único substancial obstáculo a la Comunión, aun diaria, es el pecado mortal. Debemos mantener una santidad de cuerpo y de alma, tanto por el respeto que corresponde a las Comuniones ya efectuadas, cuanto por el respeto a las Comuniones que realizaremos.

Para prepararte mejor a la Comunión procura aspirar, según la posibilidad de tu estado, a la perfección cristiana. Procura ser santo, sé santo, porque lo más justo es que la Comunión sea recibida por santos… Pero si no eres santo de santidad perfecta, al estar en gracia eres digno de recibir la Comunión, por la dignidad que la gracia misma te confiere.
Te exhorto a acercarte con ánimo al Banquete, no solamente por la dignidad que te da la gracia, sino también porque acercándote a la Comunión progresarás en el bien y poco a poco irás adquiriendo también las otras disposiciones que son muy deseables, útiles y convenientes.

Considera como una gran pérdida una Comunión menos, dejada por pereza o negligencia.
Puede ser cierto que todavía no estás muy bien dispuesto a la Comunión frecuente y diaria, pero cree también que la Comunión frecuente y diaria te dará la capacidad de llegar a esto.
A través de la Comunión muy frecuente se infunde en las almas el amor a la santa Castidad y la fuerza para conservarla.

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