Cruces-tribulaciones
No existen santos que no tengan tribulaciones. Dios no permite ninguna tribulación si no es por amor. O hay que renunciar a la amistad de Dios o hay que aceptar ser perseguido.
La esperanza de quien cree que aquí en la tierra puede gozar siempre no tiene fundamento, como la de quien quisiera encontrar exclusivamente flores en un matorral de espinas.
Si quieres estar con Jesús, acomódate en la Cruz con Él, pero alegremente, alegremente; sé lo que digo. A quienes llevan en su corazón a Jesús y a María por amor, aun las cruces más pesadas les resultan livianas.
Es un gran error decir que los buenos tienen que sufrir más que los malos. Dios es igualmente digno de nuestro amor: cuando nos hace sufrir como cuando nos consuela.
¿Estás afligido? ¡Bendito sea Dios! ¿Estás muy afligido? ¡Muy bendito sea Dios! ¿Qué mayor bien quieres desearle a un alma que ha decidido entregarse totalmente a Dios?
El amor en esta tierra no va separado del dolor, y más, donde el amor es más intenso, más fuerte es el dolor. De la misma manera, si queremos amar a Dios, junto con las dulzuras de este amor será necesario saborear la amargura de algún dolor. El amor de Dios en principio provoca el dolor de los pecados -dolor precioso- después produce dolor por los pecados y desórdenes de los demás: ¡muy noble aflicción!. Además con el amor de Dios van unidas todas las cruces de este mundo, no todas para cada uno que ame a Dios, sino algunas para todos los que lo aman.
Procura agradecer a Dios por todos los dolores que te enviará. Las tribulaciones miradas a la luz de la fe son las gracias de mayor ventaja para la santificación.
Sin embargo está permitido rogar a Dios que nos libere del dolor.
Si quieres ser liberado de tus tribulaciones, consuela a los demás en las suyas. Pero cuídate bien del consolar con las palabras cuando puedes consolar con las obras.
Cada día para nosotros es portador de cruces y tribulaciones que no podemos evitar ni derivar jamás. No hay otro remedio que la virtud de la paciencia; ella es el único remedio que Dios nos ha dejado en esta tierra y cuando esta virtud es más perfecta, entonces constituye un mejor y más eficaz remedio.
Si te aflige la idea de la muerte, considérala una de tus cruces: esta cruz también será beneficiosa. Ten seguridad, que cuando la muerte llega de veras, entonces el Señor te quitará todo el miedo y te ayudará a aceptarla como se debe abrazar la última gracia que permite el acceso al Paraíso.