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Correspondencia a las buenas inspiraciones
El fruto inmediato de este ofrecimiento será que el Señor nos dará todas las buenas inspiraciones necesarias para conocer aquello que debemos hacer en particular, para empezar y después continuar la obra de nuestra santificación. Dios no quiere las mismas cosas de parte de todos, tampoco conduce a todas las almas a la santidad por el mismo camino: más allá del cumplimiento de sus preceptos iguales para todos, quiere diversidad de condiciones y ocupaciones. Según esta variedad quiere también diversidad en la calidad y en la forma de las obras que se pueden realizar.
Por eso Dios envía a cada uno inspiraciones necesarias y oportunas al fin y a los designios que su Providencia tiene sobre él. A estas buenas inspiraciones es necesario corresponder con fidelidad, ya que el fruto de su Gracia depende de esta correspondencia.
Las inspiraciones son de dos tipos: algunas se conocen por sí mismas y claramente como inspiraciones de Dios, por ejemplo el sentirse movidos a pedir con la oración las gracias necesarias y la perseverancia en hacer el bien, las inspiraciones de corregirnos del pecado, no solo graves, sino también de aquellos leves plenamente advertidos, algo que Dios quiere absolutamente de todos. Hay otras inspiraciones en las cuales no se nota muy claramente la Voluntad divina y en ellas podría haber alguna ilusión: en estos casos necesitamos consejos para actuar con prudencia, por ejemplo la inspiración de entrar en la vida religiosa, de hacer mucha y prolongada oración o alguna penitencia extraordinaria, etc…
A las primeras inspiraciones, las que claramente se conocen como provenientes de Dios, hay que corresponder en seguida si queremos hacernos santos: no podemos pensar en llegar a ser santos sin llevar a la práctica estas inspiraciones, si hacemos oídos sordos a aquellas voces que sin dudas son de Dios.
Estas voces tenemos que escucharlas con mucha atención, tenemos que llevarlas a la práctica en seguida, si no el ofrecimiento que podríamos haber hecho al Señor sería solamente de palabras y quedaría sin frutos.
En cuanto a las otras inspiraciones se necesita el consejo del director espiritual, al cual se debe obediencia: esta obediencia es el tercer medio para ‘hacernos santos’.