34. Me alegro contigo, oh santísima Virgen María, por la dulcísima satisfacción que sentiste en el octavo día de la santa Navidad al oír llamar a tu divino Hijo por el nombre de Jesús, sabiendo que eras el verdadero Jesús, es decir, el Salvador del mundo.
Dios te salve…
Cada día compartimos pensamientos de nuestro fundador
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