• 9 de diciembre

De ordinario, tu meditación gire sobre todo en torno a la vida, pasión y muerte, y también a la resurrección y ascensión de nuestro Señor Jesucristo. Podrías también meditar en su nacimiento, su huida y permanencia en Egipto, su regreso y su vida escondida en el taller de Nazaret hasta los treinta años, su humildad al hacerse bautizar por su precursor san Juan; podrías meditar en su vida pública, su dolorosísima pasión y muerte, la institución del santísimo sacramento, precisamente en aquella noche en que los hombres le estaban preparando los más atroces tormentos; podrías meditar del mismo modo en Jesús que ora en el huerto y que sudó sangre a la vista de los tormentos que le preparaban los hombres y de las ingratitudes de los hombres que no se habrían aprovechado de sus méritos; medita también en Jesús apresado y conducido a los tribunales, flagelado y coronado de espinas, en su camino por la cuesta del Calvario cargado con la cruz, en su crucifixión y, por fin, en su muerte en la cruz, entre un mar de angustias, a la vista de su afligidísima Madre.

 

(8 de marzo de 1915, a Annita Rodote, Ep. III, 61)

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