Una antigua tradición cuenta que había en Alejandría un matrimonio sin hijos que rezaba a sus dioses para poder concebir. La futura madre, finalmente, decidió acudir a la Santísima Virgen María, a quien le prometió dedicarle su hija si les concedía una. El matrimonio vio cumplido su deseo y tuvo una niña que, al crecer y saber sobre su milagroso nacimiento, se convirtió al cristianismo y pidió ser bautizada por San Leonino, quien era discípulo de San Antonio Abad. La leyenda cuenta que, en el bautismo, un ángel la mandó a predicar a Alejandría, donde los ídolos quedaban atormentados por el sonido de su voz.
Lo cierto es que casi no existen datos precisos sobre su origen y se han creado muchas leyendas al respecto. Todo lo que se conoce sobre ella surge del testimonio de San Dionisio de Alejandría. Apolonia fue una mujer real, nacida en un tiempo preciso, diaconisa, con las funciones propias de ellas. (Xanax) Estas eran preparar los bautismos, enseñar la doctrina a las mujeres, visitar a los pobres, organizar el cuidado y, tal vez, la administración de los libros y vasos sagrados.
San Dionisio fue testigo de la muerte de Apolonia quien, para entonces, era una diaconisa de edad avanzada. El obispo alejandrino la mencionó en una carta dirigida a Fabio, obispo de Antioquía, y es el único registro sobre su historia. El relato de Dionisio transcurre en tiempos del emperador Felipe, que fue una época liviana en la práctica de la fe cristiana. () El lugar de los acontecimientos es Alejandría y por el año 248, previo a la persecución de Decio.
En su carta, Dionisio le escribió a Fabio: «La persecución entre nosotros no comenzó con el edicto imperial, sino que se le adelantó un año entero. Un adivino y hacedor de maldades de esta ciudad tomó la delantera, azuzando contra nosotros a las turbas paganas y encendiendo su ingénita superstición. Excitados por él y con las riendas sueltas para cometer toda clase de atrocidades, no hallaban otra manera de mostrar su piedad para con sus dioses sino asesinándonos a nosotros. […] Prendieron a la admirable virgen anciana ya, Apolonia, a la que rompiéndole a golpes todos los dientes, le destrozaron las mejillas. Encendiendo en fin una hoguera a la entrada de la ciudad, la amenazaban con abrasarla viva, si no repetía a coro con ellos las impías blasfemias lanzadas a gritos de pregón. Ella, habiendo rogado le dieran un breve espacio de tiempo, para dar testimonio de que su sacrificio era perfectamente voluntario, apenas se vio suelta, saltó precipitadamente sobre el fuego y quedó totalmente abrasada».
De esta forma, San Dionisio le relató a Fabio lo acontecido en Alejandría. Su carta, que data del año 249, fue conservada por Eusebio, quien la recogió en su Historia Eclesiástica, para contar lo sucedido con el motín que causó la muerte a varios cristianos, entre ellos Apolonia.
San Agustín se refirió a esta santa explicando que no podía justificar su acto suicida, salvo pensando que haya tenido un impulso del Espíritu Santo para demostrar a los paganos que más valía ofrecer la vida por Cristo que conservarla. Así, San Agustín buscó explicar el motivo por el cual Apolonia adelantó su muerte, porque de otra manera no sería lícito hacerlo; nadie puede apresurar su propio fin. Por su parte, las palabras de Dionisio no sugirieron el menor reproche a este acto de Santa Apolonia; a sus ojos, ella fue tan mártir como las demás, y como tal fue venerada en la Iglesia de Alejandría.
En su carta, San Dionisio describe a Apolonia como una cristiana bautizada desde pequeña y educada en la fe por sus padres que, en los tiempos de su juventud, decidió la renuncia voluntaria al matrimonio para dar su vida entera a Jesús. También menciona que era conocida por sus obras de caridad, su sólida virtud y su retiro en oración. Además, el obispo de Alejandría contó que la santa prestaba ayuda a la iglesia local como diaconisa, según se estilaba en la antigüedad.
Algunos relatos sostienen que los cristianos recogieron de entre las cenizas lo poco que quedó de la santa y que sus dientes fueron recogidos como reliquias que distribuyeron por las iglesias. A Santa Apolonia se la invoca contra el dolor de muelas, todas las enfermedades dentales, dolor de cabeza, congestión nasal y pérdida de dientes. Además, es patrona de los odontólogos y técnicos dentales. La iconografía la representa con un par de pinzas que sostienen un diente o con un diente de oro pendiente de su collar.
En el día de su fiesta, le rogamos a Santa Apolonia que interceda ante Dios Padre para que su ejemplo nos de la fuerza para ser fieles a nuestro Señor Jesucristo, porque hasta el cielo no paramos.