Amor a Jesús y a la Cruz
Este es el primer acto de justicia: que nosotros amemos a Jesucristo.
Nuestra primera devoción debe ser a Jesucristo. Esta devoción implica un amor muy grande, un respeto inmenso, una obediencia total a las leyes de su Evangelio y toda la posible imitación de sus ejemplos, habiéndose hecho hombre El justamente para ser nuestro orientador, nuestro ejemplo.
El amor a Jesucristo no sólo es amor santo y santísimo por sí mismo sino que además es amor santificador. El amor hacia Jesucristo no se debe caracterizar por un afecto solamente interior, sino que debe pasar a los hechos, es decir, debe ser activo como todo amor verdadero y como era el de San José cuando cuidaba a Jesús.
Para honrar a Jesucristo no te puedes conformar con frecuentes adoraciones y comuniones, con dirigir le a menudo demostraciones de veneración y de cariño, procura también que hagan lo mismo tus hermanos.Muchos cristianos no aman a Jesús porque no quieren sufrir nada por amor a Él.
En este mundo: ¿donde se encuentra Jesús? Se encuentra en la cruz, unido a la cruz: de tal manera que no se lo puede encontrar separado de la cruz, y no se lo puede abrazar si no se abraza también la cruz.
El no te dejará nunca sin cruz. Por eso prepárate a sufrir. Jesús, que te ama, no te dejará sin la experiencia de algo tan significativo para El, como es la cruz.
El más seguro distintivo de las personas que quieren ser todas de Jesús es el amor a la Cruz: no son las largas oraciones, ni las muchas comuniones ni los largos ayunos y tampoco las muchas limosnas.
Si quieres ser de veras de Jesús, tienes que abandonarte en la Cruz con El. Prepárate entonces a las tribulaciones. Las tendrás en el espíritu y en el cuerpo, de parte de parientes y conocidos… sin embargo no te asustes, aunque la Cruz todavía te dé miedo.
Un alma piadosa había escrito a los pies de su Crucifijo estas palabras: “así se ama”.