V. Quien ama a María aborrece el pecado
El primer compromiso de la persona amante es de no causar disgustos a la persona amada. Así que quien ama a María, debe sobre todo comprometerse en no disgustar a María. Es totalmente cierto que lo único que le disgusta a ella es lo único que disgusta a Dios, o sea el pecado. Y como a Dios sobremanera le disgusta, también muchísimo le disgusta a María. Por tanto, si nos guardamos en lo posible limpios y ajenos al pecado, eliminaremos de nuestro ser todo lo que disgusta a María. Ciertamente, para guardarnos limpios y ajenos al pecado es necesario odiar el pecado. Quien no aborrece el pecado, no puede vivir libre del mismo: ya que debido a nuestra tan fuerte inclinación al pecado, solamente el odio y un odio muy fuerte al pecado, puede librarnos de caer en el mismo.
Si amamos a María, odiemos pues, vehemente el pecado. Particularmente el que es más aborrecible y que por eso mismo más disgusta a María, a María Reina de las Vírgenes, la Virgen por antonomasia; ese pecado que ni debería nombrarse entre cristianos. Aborrezcamos pues el pecado para conservarnos en pureza y limpios, en lo posible, de sus manchas, particularmente de las manchas más repugnante.
De esa forma podrá decirse realmente que nosotros AMAMOS A MARÍA