AMEMOS A MARÍA.  ¿Quién es María?

  1. ¿Quién es María?

María  es  una  hija  de  Adán  y  Eva,  pero  tan  distinta  de todas las demás, que se puede decir que Ella es hija de Adán  y  Eva  inocentes,  no  pecadores;  en  cuanto que la mancha del pecado que sin ninguna excepción contaminó  a  todas  las  demás,  no  alcanzó  en  lo  más mínimo a afectar a María.  Ella es hija de Adán y Eva como si Adán y Eva hubiesen conservado la primitiva integridad.

Cuando  María  fue  concebida,  sucedió  un  milagro grande  y  hermoso,  como  si  una  zarza  produjera  un lirio. Podríamos  decir  que de la  inocencia  brotó  de  la culpa.    Este  milagro  tan  grande  y  hermoso  fue  obra singular y única de la Divina Bondad.  Entre todas las creaturas  humanas  no  hubo  ni  habrá  otra  que  tenga privilegio semejante.

A una concepción, a un inicio de vida tan espléndido e inmaculado  siguió  luego  en  María  una  vivencia  tan pura, una inocencia tan íntegra y constante, que hasta los  ojos  de  Dios  no  encontraron  en  Ella  jamás  ni  la mancha  más  pequeña,  ni  siquiera  la  menor imperfección  de  obra  o  de  pensamiento. Desde  el inicio hasta el término de su vida, para Ella serían esas palabras del Señor: “Tú eres mi paloma, mi perfecta, tú eres la Inmaculada”.

Si  una  inocencia,  pureza  y  candor  tan  incomparables merecen amor, AMEMOS A MARÍA.  

María no es solamente la privilegiada entre las hijas de Adán.    Es  también  la  privilegiada  entre  las  hijas  de Dios,  como  que  en  Ella  derramo  tantas  gracias,  que todas  las  gracias  distribuidas  entre  todas  las  demás creaturas de la tierra nunca las superarán; abundancia de gracias como era conveniente para María, que iba a ser Reina de los Ángeles, la Reina de los Santos, la gran Madre de Dios.

Todo el bien que la infinita Divina Bondad ha derramado en todas las obras de la Creación, no alcanza a igualar el bien que depositó en María.  Así que su inocencia, pureza  y  candor  incomparables  están  unidos  a  tal riqueza  de  bienes  y  virtudes,  que  no-solo  es  la  más hermosa y la más buena entre las obras de la mano de Dios, sino que supera tanto a las demás en belleza y bondad, que no hay parangón posible entre aquellas y María. Es tan grande su belleza y bondad, que ninguna inteligencia de hombres o de ángeles alcanza a comprenderlas, y que solamente comprende en su plenitud su Autor y Dador, el Dios Altísimo.

Escuchemos la voz de la Santa Iglesia, que habla así en la persona del Sumo Pontífice, Padre y Maestro de todos los fieles, el Santo Padre Pío IX: “Dios inefable, cuyos caminos son misericordia y verdad, cuya voluntad es todopoderosa,… desde el inicio y antes de los siglos, eligió y preparó para su Hijo unigénito una Madre, de quién encarnándose naciera en la feliz plenitud de los tiempos, y tanto la amó, que en Ella sobre todo ser creado tuvo complacencia.

Por este motivo, tan admirablemente la enriqueció por encima de todos los Espíritus angelicales y de todos los Santos, de tal abundancia de gracias celestiales sacadas del tesoro de la divinidad; que Ella, exenta siempre de toda mancha de culpa y toda hermosa y perfecta, tuvo tal plenitud de inocencia y santidad, de la cual no puede pensarse una plenitud mayor fuera de Dios, y nadie fuera de Dios puede abarcarla con el pensamiento”. (Bula de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción)

Si pues una belleza y bondad que superan toda belleza y bondad creada merecen amor, AMEMOS A MARÍA.

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