Vino nuevo en odres nuevos
Viernes 5 de septiembre de 2014
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 37, viernes 12 de septiembre de 2014
No tener miedo de cambiar las cosas según la ley del Evangelio: «La Iglesia nos pide a todos nosotros algunos cambios. Nos pide que dejemos de lado las estructuras anticuadas, que no sirven». En cambio, hay que dar cabida a la «ley de las bienaventuranzas», a la «alegría» y a la «libertad que nos trae la novedad del Evangelio». Lo afirmó el Papa Francisco durante la misa celebrada el viernes 5 de septiembre.
Para su meditación, el Papa se basó en el pasaje evangélico de Lucas (5, 33-39), propuesto por la liturgia. «Estos escribas, estos fariseos —dijo— quisieron poner a prueba a Jesús y hacerlo caer en una trampa». Recordándole que Juan y sus discípulos ayunan, le hacen una pregunta: «Pero tú que eres tan amigo de Juan, y tus discípulos que son amigos, que parecen ser justos, ¿por qué no hacéis lo mismo?». Pregunta a la que «Jesús responde hablando de dos cosas: nos habla de fiesta y nos habla de novedad».
Ante todo, explicó el Pontífice, «nos habla de fiesta, fiesta esponsal, y dice: ¡pero estamos en tiempo de fiesta! Hay algo nuevo aquí, ¡hay una fiesta! Algo que era anticuado y algo que se renueva, que se hace nuevo». Y es «curioso», observó el Papa, que Jesús «al final recurra a la imagen del vino», hasta tal punto que «cuando se lee este pasaje no se puede dejar de relacionar esta fiesta esponsal con el vino nuevo de Caná». En el fondo, «es todo un símbolo», que «nos habla de novedad». Sobre todo cuando Jesús dice: «El vino nuevo debe echarse en odres nuevos». Por lo tanto, «a vino nuevo, odres nuevos». Aquí está «la novedad del Evangelio». Por lo demás, se preguntó Francisco, «¿qué nos trae el Evangelio? Alegría y novedad».
En cambio, prosiguió, «estos doctores de la Ley estaban encerrados en sus preceptos, en sus prescripciones». Hasta tal punto que «san Pablo, hablando de ellos, nos dice que antes de que llegara la fe, es decir, Jesús, todos nosotros estábamos custodiados como prisioneros bajo la ley». Pero esta ley no era mala: «custodiados pero prisioneros, en espera de que llegara la fe». Precisamente, «la fe que se revelaría en Jesús mismo».
«El pueblo —afirmó el Papa— tenía la ley que le había dado Moisés. Y también costumbres y pequeñas leyes que habían codificado los doctores, los teólogos». Por eso «la Ley los custodiaba, pero como prisioneros. Y ellos estaban a la espera de la libertad, de la libertad definitiva que Dios daría a su pueblo con su Hijo».
También san Pablo, recordó el Pontífice, nos dice que «cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar». Y «la novedad del Evangelio es esta: es para rescatar de la Ley». Al respecto, el Pontífice observó: «Alguno de vosotros puede decirme: pero padre, ¿los cristianos no tienen ley? ¡Sí! Jesús dijo: no vengo a abolir la Ley, sino a darle plenitud». Y «la plenitud de la Ley, por ejemplo, son las bienaventuranzas, la ley del amor, el amor total, como Él, Jesús, nos amó».
Así, prosiguió el obispo de Roma, «cuando Jesús reprende a esta gente, a estos doctores de la Ley, los reprende por no haber custodiado al pueblo con la Ley», por haberlo hecho «esclavo de tantas pequeñas leyes, de tantas pequeñas cosas que se debían hacer». Y por haberlo hecho «sin la libertad que Él nos trae con la nueva ley, la ley que Él selló con su sangre».
Por consiguiente, esta «es la novedad del Evangelio, que es fiesta, es alegría, es libertad». Es «precisamente el rescate que todo el pueblo esperaba cuando estaba custodiado por la Ley, pero como prisionero». Y esto es también «lo que Jesús quiere decirnos: ¿qué hacemos ahora, Jesús?». La respuesta es: «A la novedad, novedad; a vino nuevo, odres nuevos». Por esta razón, explicó el Papa, no hay que «tener miedo de cambiar las cosas según la ley del Evangelio, que es una ley de la fe». San Pablo «distingue bien: hijos de la Ley e hijos de la fe. A vino nuevo, odres nuevos». Por eso «la Iglesia nos pide a todos nosotros algunos cambios. Nos pide que dejemos de lado las estructuras anticuadas: ¡no sirven! Y que tomemos odres nuevos, los del Evangelio».
A la pregunta de esos fariseos y escribas, observó el Pontífice, Jesús responde: «No podemos ayunar como vosotros mientras estamos de fiesta. Días vendrán en que les será arrebatado el esposo». Y al decir esto, «pensaba en su Pasión, pensaba en el tiempo de la pasión de tantos cristianos, incluso de nuestras pasiones, en las que estará la cruz».
Así, pues, está claro que «el Evangelio es novedad, el Evangelio es fiesta. Y solamente se puede vivir plenamente el Evangelio en un corazón gozoso y en un corazón renovado». Desde esta perspectiva, el Papa pidió al «Señor la gracia de esta observancia de la Ley: observar la Ley —la Ley a la que Jesús dio plenitud— en el mandamiento del amor, en los mandamientos que provienen de las bienaventuranzas: los mandamientos de la Ley renovada por la novedad del Evangelio». Que el Señor —concluyó— «nos dé la gracia de no permanecer prisioneros, nos dé la gracia de la alegría y de la libertad que nos trae la novedad del Evangelio».
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