El Evangelio en el bolsillo
Lunes 1 de septiembre de 2014
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 36, viernes 5 de septiembre de 2014
«Jesús está presente en la Palabra de Dios y nos habla». He aquí por qué «la Palabra de Dios es distinta incluso de la palabra humana más elevada». Y nosotros debemos acercarnos a ella «con el corazón abierto de las bienaventuranzas y con humildad». Por ello el Papa Francisco volvió a proponer la sugerencia de llevar siempre consigo una pequeña edición de bolsillo del Evangelio para leerlo cuando sea posible y «encontrar» así a Jesús. Lo propuso de nuevo en la misa que celebró el lunes 1 de septiembre, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Retomando las celebraciones eucarísticas de la mañana abiertas a grupos de fieles —tras el período de pausa de julio y agosto— el Pontífice hizo una reflexión sobre la Palabra de Dios centrada en las dos lecturas propuestas por la liturgia, tomadas respectivamente de la primera carta de san Pablo a los Corintios (2, 1-5) y del Evangelio de Lucas (4, 16-30).
En la primera, destacó, san Pablo «recuerda a los Corintios cómo había sido su predicación, cómo él había anunciado el Evangelio». Y explica: «Mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu». Pablo, añadió el Papa, sigue diciendo que no se presentó para convencer a sus interlocutores «con discursos, con palabras, incluso con hermosas figuras». El apóstol, en cambio, eligió «otro modo, otro estilo», es decir «la manifestación del Espíritu y su poder».
En esencia, continuó el Pontífice, el apóstol recuerda que «la Palabra de Dios es algo distinto, algo que no es igual a una palabra humana, a una palabra sabia, a una palabra científica, a una palabra filosófica». La Palabra de Dios, en efecto, «es otra cosa, viene de otro modo»: es «distinta» porque «así habla Dios».
Lo confirma san Lucas en el pasaje evangélico que relata sobre Jesús en la sinagoga de Nazaret, «donde se había criado» y donde todos «lo conocían desde pequeño». En ese contexto, explicó el Papa, Él «comenzó a hablar y la gente lo escuchaba», comentando: «¡Qué interesante!». Luego «daban testimonio: estaban maravillados por las palabras que decía». Y entre ellos comentaban: «Míralo, mira a este. ¡Qué bien lo hace este muchachito que nosotros conocemos! (…) ¿Dónde habrá estudiado?».
Pero, destacó el Pontífice, Jesús «los detiene» y les dice: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo». Así, pues, a cuantos lo escuchaban en la sinagoga «al inicio» les parecía «algo hermoso y aceptaban ese estilo de conversación y de acogida». Pero «cuando Jesús comenzó a dar la Palabra de Dios se enfurecieron y querían matarlo». Así, «se pasaron de una parte a la otra, porque la Palabra de Dios es algo distinto respecto a la palabra humana, incluso de la palabra humana más elevada, la palabra humana más filosófica».
Y entonces, se preguntó el Papa Francisco, «¿cómo es la Palabra de Dios?». La Carta a los Hebreos, afirmó, «comienza diciendo que, en los tiempos antiguos, Dios nos habló y habló a nuestros padres por los profetas. Pero en estos tiempos, en la etapa final de este mundo, nos ha hablado en el Hijo». O sea, «la Palabra de Dios es Jesús, Jesús mismo». Es lo que predica Pablo diciendo: «Hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado».
Esta es «la Palabra de Dios, la única Palabra de Dios», explicó el Papa. Y «Jesucristo es motivo de escándalo: la Cruz de Cristo escandaliza. Y ella es la fuerza de la Palabra de Dios: Jesucristo, el Señor».
Por ello es tan importante, según el Pontífice, preguntarse: «¿Cómo debemos recibir la Palabra de Dios?». La respuesta es clara: «Como se recibe a Jesucristo. La Iglesia nos dice que Jesús está presente en la Escritura, en su Palabra». Por este motivo, añadió, «yo aconsejo muchas veces que se lleve siempre un pequeño Evangelio» —además, comprarlo «cuesta poco», añadió sonriendo— para tenerlo «en la mochila, en el bolsillo, y leer durante el día un pasaje del Evangelio». Un consejo práctico, dijo, no tanto «para aprender» algo, sino «para encontrar a Jesús, porque Jesús está precisamente en su Palabra, en su Evangelio». Así, «cada vez que leo el Evangelio, encuentro a Jesús».
¿Y cuál es la actitud necesaria para recibir esta Palabra? «Se debe recibir —afirmó el obispo de Roma— como se recibe a Jesús, es decir, con el corazón abierto, con el corazón humilde, con el espíritu de las bienaventuranzas. Porque Jesús vino así, con humildad: vino pobre, vino con la unción del Espíritu Santo». Tal es así que «Él mismo comenzó su discurso en la sinagoga de Nazaret» con estas palabras: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».
En definitiva, «Él es fuerza, es Palabra de Dios, porque está ungido por el Espíritu Santo». Así, recomendó el Papa Francisco, «también nosotros, si queremos escuchar y recibir la Palabra de Dios, tenemos que rezar al Espíritu Santo y pedir esta unción del corazón, que es la unción de las bienaventuranzas». Así, pues, tener «un corazón como el corazón de las bienaventuranzas».
Si «Jesús está presente en la Palabra de Dios» y «nos habla en la Palabra de Dios, nos hará bien hoy durante el día —sugirió el Pontífice— preguntarnos: ¿cómo recibo yo la Palabra de Dios?». Una pregunta esencial, concluyó el Papa Francisco, renovando el consejo de llevar siempre consigo el Evangelio para leer un pasaje cada día.
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