Mortificación

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Mortificación

 

En modo particular te recomiendo la mortificación, porque esta es sumamente necesaria para obtener el amor de Dios y el fervor en la oración.

La virtud que influye mucho en la formación de los santos es la mortificación, porque combate directamente contra nuestro amor propio del cual procede toda miseria y todo pecado.

Si no nos mortificamos, podríamos hacer milagros, pero no estaríamos nunca dispuestos a recibir a Jesús en nuestro corazón.

Sin la mortificación no tengas la esperanza de mantener puro tu corazón; no tengas la esperanza de saber amar y saber rezarle a Jesús como corresponde.

Si no nos mortificamos perdemos el gusto de las cosas espirituales así que es imposible que sintamos el sabor de las cosas de Dios; es imposible que lleguemos a tener la verdadera sabiduría.

La mortificación no es nada áspero, más allá del nombre, porque ella es la que mantiene la paz del corazón, la seguridad de la conciencia.

Algunos practican de vez en cuando la mortificación: algún ayuno, alguna privación de un gusto o de una comodidad, pero después no saben ejercitar una virtud sin duda igualmente necesaria, como es la uniformidad a la voluntad de Dios.

Cada sacrificio, aunque sea pequeño, llega a ser grande a los ojos de Dios si está hecho por su amor. El lo compensa siempre con algún favor especial: y será en proporción a nuestro sacrificio entregado.

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