Castidad

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Castidad

Castidad virginal: esta virtud es la que forma santos.

Verdaderamente afortunados los castos. Ellos son los Ángeles de la tierra, son dignos de la compañía de los Ángeles del cielo y de seguir, cantando, al Cordero inmaculado.

Aquellos que abrazan el estado de perfecta castidad son los familiares de Jesucristo en la tierra como los Ángeles son sus familiares en el cielo.

Estamos seguros que practicaremos con facilidad la perfecta castidad como cualquier otra virtud y quizás con mayor perfección. Es un hecho que muchos encuentran más fácil practicar la perfecta castidad que la paciencia, la humildad, etc… en cambio muchas veces faltan en estas virtudes y nunca o casi nunca caen en las faltas de castidad. No tengamos miedo entonces de excesivas dificultades.

La castidad es la virtud que resulta posible practicarla para toda persona mortificada; de modo que las personas que mejor se ejercitan en la mortificación interior y exterior están más seguras de conservar la santa castidad y de poseerla más clara.

Las personas que se comprometen a vivir en castidad deben ser muy sensibles a las motivaciones de la caridad; de la misma manera deben conservarse insensibles -casi como si fueran de madera o de piedra- a las sensaciones de todo amor relacionado con lo físico, que nazca de la atracción y belleza de alguna creatura humana, aún cuando este amor pueda parecer inocente y puro.

El ocio es maestro de maldad, dice el Espíritu Santo. Ninguna persona podrá conservar íntegra su virginidad si no ama la ocupación y el trabajo.

Para dirigir a una persona que se pone por el camino de una vida de castidad haría falta un Angel del Paraíso, Dios nos da los Angeles custodios, pero como directores nos dejó a sus ministros. Y puesto que nuestro director debe ser un hombre, al menos busquemos el más puro que podamos encontrar, con una conducta irreprensible y que sea todo de Dios.

Si somos castos, formaremos santos.

Es triste el hecho que del bien de la castidad no se hable nunca o casi nunca, muchísimos aplican a la virtud lo que San Pablo aplicaba al vicio: “ni siquiera se hable entre vosotros”; sin embargo casi todos los Santos Padres no solo hablaban de ella constantemente al pueblo, sino que además escribieron libros al respecto.

Habla siempre con elogios de la santa castidad y, cuando encuentras jóvenes bien dispuestos, procura que sean iluminados acerca del valor y la felicidad de

la vida casta. Sobre todo procura que participen frecuentemente de la Eucaristía, que es un medio muy válido para este fin.

Los jóvenes que se deciden a vivir castamente tienen la mejor disposición para el sacerdocio.

Promoviendo la perfecta castidad se promueven todas las virtudes en su mayor perfección: no hay en la tierra instrumento más apto que la castidad para conseguir todas las virtudes en su perfección.

De hecho se ve que los santos – generalmente hablando- son los productos de la virginidad y del celibato, es decir en último análisis, de la Comunión frecuente y diaria, porque ella produce esta especie de encanto.

Lujuria: esta pasión es fuego y nosotros somos paja: tenemos mucha facilidad para incendiarnos y caer en la ruina.

Quien tiene encendido en su corazón este fuego se encuentra con el entendimiento oscurecido y las verdades de la fe le parecen casi un cuento.

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