Mansedumbre

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Mansedumbre

 

Así como es cierto que un pájaro sin alas no puede volar, que un velero sin viento no puede navegar, o un hombre sin ojos no puede ver, de la misma manera es cierto que sin mansedumbre no se pueden soportar con mérito las adversidades.

Es muy fácil practicar la mansedumbre cuando no existen motivos para alterarse: pero entonces no hay virtud. Si fuera virtud estaría también en las víboras: de hecho ellas también están quietas cuando nadie las molesta. Si somos cristianos coherentes debemos recibir las injurias con paz y perdonarlas con mansedumbre aunque pudiéramos vengarlas impunemente.

Aquel que en las cosas lícitas y convenientes no sabe aceptar la contrariedad, constantemente tiene motivos para alterarse, cuestionar, pelear; así pierde la paz interior, que es el bien más grande del hombre, y fácilmente se lastima la caridad porque se pasa a las injurias, a la ira, a la venganza.

El “dejar pasar” a tiempo debido es cosa importantísima para conservar la paz del corazón y la caridad fraterna.

La ira es una pasión que se puede comparar con el amor, que es malo sólo cuando es desordenado.

Sería muy importante que los cristianos supieran mostrarse alterados como los santos cuando ven ofendido el nombre de Dios, cuando oyen hablar indecentemente y cuando ven escándalos.

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