PENSAMIENTOS PARA EL EVANGELIO DE HOY

  • «Juan era una voz provisional. Y cuando le preguntaron: ‘¿Quién eres?’ respondió: ‘Yo soy la voz que grita en el desierto: ¡Allanad el camino del Señor!’. ¿Qué quiere decir: ‘Allanad el camino’, sino: ‘Pensad con humildad’?» (San Agustín)
  • «La Iglesia, este domingo, anticipa un poco la alegría de la Navidad, y por esto se llama “el domingo de la alegría”. Y la alegría de la Navidad es una alegría especial. Es una alegría serena, tranquila, una alegría que acompaña siempre al cristiano. Incluso en los momentos difíciles. El cristiano, cuando es auténtico cristiano, nunca pierde la paz» (Francisco)
  • «‘Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva’ (Mc 1,15). Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos. Pues bien, la voluntad del Padre es elevar a los hombres a la participación de la vida divina. Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 541)

NO SENTIRNOS DEFRAUDADOS POR JESÚS

En estos tiempos de crisis religiosa y confusión interior es importante recordar que Jesucristo no es propiedad particular de las Iglesias. Es de todos. A él pueden acercarse quienes lo confiesan como Hijo de Dios, y también quienes andan buscando un sentido más humano a sus vidas.

Hace ya algunos años, el conocido pensador Roger Garaudy, marxista convencido en aquel tiempo, gritaba así a los cristianos: «Vosotros habéis recogido y conservado esta esperanza que es Jesucristo. Devolvédnosla, pues ella pertenece a todo el mundo».

Casi por la misma época, Jean Onimus publicaba su apasionante e insólito libro sobre Jesús con el provocativo título de Le Perturbateur. Dirigiéndose a Jesús, decía así el escritor francés: «¿Por qué vas a permanecer propiedad privada de los predicadores, de los doctores y de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan sencillas, palabras directas, palabras que permanecen para los hombres, palabras de vida eterna?»

Por eso pocas cosas me producen más alegría que saber que hombres y mujeres alejados de la práctica religiosa habitual buscan en mis escritos encontrarse con Jesús. Estoy convencido de que él puede ser para muchos el mejor camino para encontrarse con el Dios Amigo y para dar un sentido más esperanzado a sus vidas.

Jesús no deja indiferente a nadie que se acerca a él. Uno se encuentra, por fin, con alguien que vive en la verdad, alguien que sabe por qué hay que vivir y por qué merece la pena morir. Intuye que ese estilo de vivir «tan de Jesús» es la manera más acertada y humana de enfrentarse a la vida y a la muerte.

Jesús sana. Su pasión por la vida pone al descubierto nuestra superficialidad y convencionalismo. Su amor a los indefensos desenmascara nuestros egoísmos y mediocridad. Su verdad desvela nuestros autoengaños. Pero, sobre todo, su fe incondicional en el Padre nos invita a salir de la incredulidad y a confiar en Dios.

Quienes hoy abandonan la Iglesia porque se encuentran incómodos dentro de ella, o porque discrepan de alguna de sus actuaciones o directrices concretas, o porque sencillamente la liturgia cristiana ha perdido para ellos todo interés vital, no deberían por ello abandonar automáticamente a Jesús.

Cuando uno ha perdido otros puntos de referencia y siente que «algo» está muriendo en su conciencia, puede ser decisivo no perder contacto con Jesucristo. El texto evangélico nos recuerda sus palabras: «¡Dichoso el que no se sienta defraudado por mí!» Dichoso el que entienda todo lo que Cristo puede significar en su vida.

José Antonio Pagola

 


MÁS CERCA DE LOS QUE SUFREN

Encerrado en la fortaleza de Maqueronte, el Bautista vive anhelando la llegada del juicio terrible de Dios que extirpará de raíz el pecado del pueblo. Por eso, las noticias que le llegan hasta su prisión acerca de Jesús lo dejan desconcertado: ¿cuándo va a pasar a la acción? ¿cuándo va a mostrar su fuerza justiciera?

Antes de ser ejecutado, Juan logra enviar hasta Jesús algunos discípulos para que le responda a la pregunta que lo atormenta por dentro: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro» ¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a alguien más poderoso y violento?

Jesús no responde directamente. No se atribuye ningún título mesiánico. El camino para reconocer su verdadera identidad es más vivo y concreto. Decidle a Juan «lo que estáis viendo y oyendo». Para conocer cómo quiere Dios que sea su Enviado, hemos de observar bien cómo actúa Jesús y estar muy atentos a su mensaje. Ninguna confesión abstracta puede sustituir a este conocimiento concreto.

Toda la actuación de Jesús está orientada a curar y liberar, no a juzgar ni condenar. Primero, le han de comunicar a Juan lo que ven: Jesús vive volcado hacia los que sufren, dedicado a liberarlos de lo que les impide vivir de manera sana, digna y dichosa. Este Mesías anuncia la salvación curando.

Luego, le han de decir lo que oyen a Jesús: un mensaje de esperanza dirigido precisamente a aquellos campesinos empobrecidos, víctimas de toda clase de abusos e injusticias. Este Mesías anuncia la Buena Noticia de Dios a los pobres.

Si alguien nos pregunta si somos seguidores del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos mostrar? ¿qué mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.

Primero, ir caminando hacia una comunidad curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los enfermos más solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser escuchados y consolados, más presente en las desgracias de la gente.

Segundo, no construir la comunidad de espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos desamparados. Son ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de Dios.

Una comunidad de Jesús no es sólo un lugar de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de muchas maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien necesita hogar.

José Antonio Pagola

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