2 de junio
Oremos al Se帽or, para que no permita nunca m谩s que cerremos el o铆do de nuestro coraz贸n a su voz que hoy nos habla de este modo. Supliquemos tambi茅n al Padre celestial que no se calle nunca ante nuestra hermosa Italia. Cargue tambi茅n con rayos su diestra; grite siempre, grite fuerte, en el interior 铆ntimo del coraz贸n de nosotros, italianos, con sus inspiraciones; en el exterior, con toda clase de peripecias. Nos asuste tambi茅n, nos inquiete y nos oprima bajo el peso de su diestra divina. Nos humille, nos envilezca, nos atribule como m谩s le plazca. Estos castigos, por muy severos que sean, ser谩n siempre castigos de un padre muy tierno que alza su voz, que empu帽a el flagelo para correcci贸n y salvaci贸n de su hijo.
Nos evite, por su inmensa bondad, el tremendo castigo de su silencio, que es el signo terrible, el funesto preludio de su abandono. Nos ahorre este funesto castigo por amor de quien 芦no conoci贸 el pecado禄 y para nuestra salvaci贸n 芦por nosotros se hizo pecado禄.
隆Viva Dios! 隆Y quiera 脡l que nosotros, italianos, no abandonemos los designios de su sabidur铆a: que 脡l nos encuentre a todos en actitud de poder convertir en bien de nuestras almas, de nuestra patria, en la grave y solemne hora que atravesamos, la prueba a la que hoy todos nosotros estamos sometidos!
(8 de junio de 1915, a Raffaelina Cerase,聽Ep. II,聽440)