- 8 de mayo
Que te encuentre
¿Has encontrado, alma mía, lo que buscabas? Buscabas a Dios, y has encontrado que él está por encima de todas las cosas, que nada mejor que él se puede imaginar, y que él es la vida, la luz, la sabiduría, la bondad, la bienaventuranza eterna y la eternidad dichosa; él está por todas partes y siempre.
Señor Dios mío, creador y restaurador de mi ser, di a mi alma deseosa que eres otro del que ella ha visto para que vea limpiamente lo que desea. Intenta ver más, pero no ve nada más de lo que ha visto, sino tinieblas. En verdad no ve tinieblas, puesto que en ti no existen, pero ve que no puede ver más por sus propias tinieblas.
De verdad, Señor, que esta luz en la que habitas es inaccesible, pues no existe nadie que pueda penetrar esta luz para contemplarte. Yo no la veo, pues es excesiva para mí, y, sin embargo, todo lo que veo lo veo por ella, del mismo modo que el ojo débil, lo que ve, lo ve por la luz del sol, aunque no pueda mirarlo directamente.
¡Mi entendimiento no puede alcanzar esa luz!; es demasiado resplandeciente para comprenderla, y tampoco los ojos de mi alma soportan el mirarla durante mucho tiempo. Su fulgor la deslumbra, su sublimidad la supera, su inmensidad la anonada, su amplitud la ofusca. ¡Oh luz suprema e inaccesible! ¡Oh verdad íntegra y feliz, qué lejos estás de mí que estoy tan cerca! ¡Qué lejos estás de mi presencia, mientras yo siempre estoy en la tuya! En todas partes estás presente e íntegra, y yo no te veo. Me muevo y existo en ti, y, sin embargo, no puedo alcanzarte. Estás dentro y alrededor de mí y no te siento.
(San Anselmo, Proslogion)