Amemos a San Jose. IV. Si amamos a San José, honremos a María

  • Si amamos a San José, honremos a María

¿Quién podrá expresar, ni siquiera imaginar, la estima y la veneración que tenía San José a su purísima esposa? Mas ¿por que digo tenía? ¿Quién podrá expresar ni siquiera imaginar la estimación y la veneración que siente por Ella, al verla constituida Reina del cielo?

¡Ah! María (de la cual decía San Pedro Damiano que, después de Dios, es la suprema gloria del Paraíso, summa gloria est post Deum te videre), ¿qué debe parecer a los ojos de San José? Según enseña el Sumo Pontífice Pío IX en la Bula del 8 de diciembre de 1854: “Amó Dios tanto a María que, sobre todo otro ser creado, en ella sólo, con profundísimo afecto, se complació.  De donde la enriqueció tan maravillosamente, sobre todos los espíritus angélicos y sobre todos los santos, con una tal abundancia de celestiales gracias sacadas del tesoro de la Divinidad, que ella, siempre inmune de toda mácula de culpa, y toda bella y perfecta, tuvo una plenitud de inocencia y de santidad, que mayor, después de Dios, no puede comprenderse, y nadie exceptuando Dios, puede alcanzarla con el pensamiento” De donde se sigue que Dios omnipotente hizo tan grande a María que nadie hay después de Dios, que la aventaje, ni siquiera la iguale, y nadie hay, fuera de Dios, que comprenda toda su santidad.

Ahora bien, puesto que los santos, en el cielo, cuanto más encumbrados están en la gloria, tanto mejor contemplan la grandeza de Dios, absolutamente incomprensible por naturaleza, mejor aún contemplan la grandeza de María, relativamente incomprensible por gracia. Por esto, cuanto más altos están los santos en la gloria, tanto más perfecto es el conocimiento que tiene la santidad de María. Y, siendo esto así, ¿qué conocimiento no tendrá de ella su esposo San José?

Y, como quiera que al conocimiento que se ha adquirido de la excelencia de una persona, corresponde la estima y la veneración en que se la tiene ¿Qué estima y veneración de María debe tener San José? Teniéndola en tanta veneración y estima, ha de desear que todas las criaturas la tengan en la mayor estima y veneración y que cada una la honre cuanto le sea posible, ya que ninguna criatura puede honrarla según sus méritos. Por otra parte quiere la fe, y quiere la misma recta razón, que principalmente se honre a aquel a quien Dios ha honrado sobre todas las cosas. Tal es precisamente María, la cual, entre todas las puras criaturas, tiene los supremos honores en el cielo.

Por lo cual, sin duda alguna, debe querer San José que honremos a María y que la honremos sobre toda criatura.

Ahora bien, se honra a María alabando sus privilegios, imitando sus virtudes, invocando su patrocinio, esperando por su mediación la obtención de todas las gracias y difundiendo su devoción.

Honremos de esta manera y lo mejor que podamos a María, y así daremos una buena prueba de que AMAMOS A SAN JOSÉ.

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