- 17 de febrero
Moisés y Cristo
Los judíos pudieron contemplar milagros. Tú los verás también, y más grandes todavía, más fulgurantes que cuando los judíos salieron de Egipto. No viste al Faraón ahogado con sus ejércitos, pero has visto al demonio sumergido con los suyos. Los judíos traspasaron el mar; tú has traspasado la muerte. Ellos se liberaron de los egipcios; tú te has visto libre del maligno. Ellos escaparon de la esclavitud en un país extranjero; tú has huido de la esclavitud del pecado, mucho más penosa todavía.
¿Quieres conocer de otra manera cómo has sido honrado con mayores favores? Los judíos no pudieron, entonces, mirar de frente el rostro glorificado de Moisés, siendo así que no era más que un hombre al servicio del mismo Señor que ellos; tú, en cambio, has visto el rostro de Cristo en su gloria. Y Pablo afirma: Nosotros todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor.
Ellos tenían entonces a Cristo que los seguía; con mucha más razón, nos sigue él ahora. Porque, entonces el Señor los acompañaba en atención a Moisés; a nosotros en cambio, no nos acompaña solamente en atención a Moisés, sino también por nuestra propia docilidad. Para los judíos, después de Egipto, estaba el desierto; para ti, después del éxodo de esta vida, está el cielo. Ellos tenían en la persona de Moisés, un guía y un jefe excelente; nosotros tenemos otro. Moisés, Dios mismo, que nos guía y nos gobierna.
(San Juan Crisóstomo, Catequesis)