- 16 de abril
Alabanza a Cristo
Fijaos bien, queridos hermanos: el misterio de Pascua es a la vez nuevo y antiguo, eterno y pasajero, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada. Pasajero en su figura, pero eterno por la gracia. Corruptible por el sacrificio del cordero, pero Incorruptible por la vida del Señor. Mortal por su sepultura en la tierra, pero inmortal por su resurrección de entre los muertos.
La ley es antigua, pero la Palabra es nueva. La figura es Pasajera, pero la gracia eterna. Corruptible el cordero, pero incorruptible el Señor, el cual, inmolado como cordero, resucitó como Dios.
Porque él fue como cordero llevado al matadero, sin embargo no era un cordero; y como oveja enmudecía y sin embargo no era una oveja: en efecto, ha pasado la figura y ha llegado la realidad: en lugar de un cordero tenemos a Dios, en lugar de una oveja tenemos un hombre, y en el hombre, Cristo, que lo contiene todo.
El sacrificio del cordero, el rito de la Pascua y la letra de la ley tenían por objetivo final a Cristo Jesús, por quien todo acontecía en la ley antigua y, con razón aun mayor, en la nueva economía.
La ley se convirtió en la Palabra y de antigua se ha hecho nueva (ambas salieron de Sion y de Jerusalén). El mandamiento se transformó en gracia y la figura en realidad; el cordero vino a ser el Hijo; la oveja, hombre y el hombre, Dios.
(San Melitón de Sardes, Sobre la Pascua)